“EL FUTURO DE LA PESCA ESTÁ EN LA PATAGONIA”
Lo dice Federico Angeleri, heredero de la empresa familiar que inició Federico Contessi en Mar del Plata. Hoy la producción más importante del Grupo Veraz es el langostino patagónico. Sobre comercialización, costos, certificación y futuro del sector habló con REVISTA PUERTO.
Federico Angeleri es el director comercial del Grupo Veraz y nieto mayor de Federico Contessi, tercera generación de una empresa familiar que se ha diversificado y en los últimos años migrado hacia el litoral patagónico, expandiéndose al abrigo del langostino. “El futuro de la pesca está en el sur, el problema es que acá nadie lo quiere ver. Creo que Mar del Plata va a terminar siendo un polo importante de agregado de valor, ojalá las conserveras sigan adelante… pero el negocio al que estábamos acostumbrados, el negocio del filet, no puede perdurar porque la merluza está cada vez más lejos. A medida que el sur se vaya desarrollando y que la infraestructura vaya acompañando, el futuro de la pesca está allá”, dirá a los pocos minutos de iniciada la entrevista.
El Grupo Veraz cuenta solo en la Patagonia con dos plantas procesadoras, una en Rawson y otra en Puerto Deseado, que se abastecen de barcos amarillos de Rawson, barcos fresqueros que operan en aguas nacionales propios y de terceros; también revistan en su flota buques congeladores que tienen al crustáceo como especie objetivo. Entre las dos plantas cuentan con 350 operarios, más los tripulantes de tres barcos, personal de armamento y administrativo. La empresa en la Patagonia se encuentra atada exclusivamente al langostino y por tratarse de una especie de vida corta, poco previsible, le preguntamos al joven empresario si esa condición no lo asustaba a la hora de invertir.
FEDERICO ANGELERI: Sí, lógico. A nosotros nos pasa algo bastante interesante, somos constructores de barcos, nuestra casa matriz es el astillero; nos fuimos haciendo pesqueros como consecuencia de distintos hechos en el tiempo. Durante el 85 y el 87 no se daban nuevos permisos y mi abuelo se peleó con medio mundo; no había manera de vender barcos y puso una empresa pesquera, buscó socios, capitanes, maquinistas y formó tres empresas. Empezó a pescar como podía, traía a puerto y vendía en muelle; en los 90 se le empezó a complicar la venta y se asoció para pasar a procesar el pescado, compramos el 54 por ciento del Frigorífico Centauro y así fuimos creciendo. En el 95 surgió la posibilidad de comprar la conservera Marecchiare, con la idea de que los barcos no tuvieran que morir en la merluza sino que pudieran ir también a caballa y anchoíta. Después el negocio fue mutando y en el 2000, cuando estábamos a punto de vender un barco congelador, se complicó y terminamos entrando nosotros al langostino; y así fuimos creciendo hacia el sur. Pero el hecho de que hoy la pesca dependa de un solo recurso es un poco triste y también preocupante, por lo que pueda llegar a pasar. Nosotros tenemos inversiones bastante importantes planeadas para la Patagonia y la verdad que genera dudas si seguir o no para adelante. En el INIDEP son un poco apocalípticos con el futuro y está bien que lo sean, para que tomemos consciencia.
REVISTA PUERTO: ¿Es imprescindible generar en el corto plazo un plan de manejo?
FA: Nosotros hace tres años comenzamos a trabajar en dos proyectos de mejora de pesquería. En el mundo lo que es pesca salvaje está yendo para el lado de la sustentabilidad, si tus especies no están certificadas cada vez tenés menos mercados. Las grandes cadenas de supermercados en Alemania, cuando le ofrecés un producto, llaman a Greenpace o a la WWF para saber si les aconsejan venderlo y si tiene observaciones por pesca incidental, depredación o cualquier otro problema, no entrás al mercado. Hoy cambió el consumidor, hay un interés por conocer la procedencia del producto que antes no existía.
RP: Los mercados de los que hablás, los Estados Unidos y Alemania, tienen un alto nivel de exigencia en cuanto a la calidad y también pagan el doble que China por ese producto. El tema es que el grueso de nuestra producción se destina a China. ¿Juega en contra de la pesca sustentable y el desarrollo de una industria de alta calidad tener a China como principal comprador?
FA: Sí, pero el tema es que en el caso del langostino todavía no estamos en condiciones de que estos mercados absorban nuestra producción, hace dos años no le vendíamos a Alemania, era imposible. En 2012 nos vino a ver un alemán y nos dijo que les interesaba trabajar con nosotros y certificar el langostino, no nos pareció posible en su momento pero después vinieron de Cedepesca a ver a Domingo (Conttessi), diciéndole que había una posibilidad de certificar el langostino de Rawson. Yo tenía informes de la provincia que mostraban una pesquería muy limpia, con poco by catch, con una flota que si bien en los últimos años creció sigue siendo limitada; entonces decidimos juntarnos entre cinco empresas, incluidos los alemanes que nos lo habían propuesto y comenzamos a trabajar. El solo hecho de comenzar a trabajar y tener un proyecto de mejora con un plan de acción, nos permitió pasar como pesquería de semáforo rojo a semáforo amarillo, permitiendo que el langostino, por ejemplo, pudiera ingresar a Alemania.
RP: Las decisiones que toma la administración nacional afectan directamente a la pesquería en Rawson. ¿En cuánto contribuiría contar con un plan de manejo?
FA: Es una pesquería que está en muy buenas condiciones de ser certificada, el MSC tiene tres principios: el stock, que apunta a la manera en la que se evalúa; después el hábitat, que implica el by catch y es uno de los puntos en los que trabajamos fuerte y aumentamos mucho nuestro puntaje, porque durante la temporada en Rawson hay solo un 5 por ciento de by catch. El tercer punto es el manejo pesquero, si hoy existiese… no digo un plan de manejo, sino un escrito en el que se describiera cuáles son los criterios de apertura y cierre de un área, que de hecho ya existen y se conocen, estaríamos en condiciones de empezar el proceso de certificación; pero no podemos porque no hay nada escrito. Chubut y la Argentina tienen una oportunidad histórica de sacarse una buena foto acá.
RP: Vos sos parte de un recambio generacional en el sector, ¿te resulta difícil plantear esta nueva concepción de la industria pesquera?
FA: Es complejo… en el mundo los compradores no pueden creer que exista descarte de langostino y me lo plantean con asombro. Acá hay que entender que la pesca en la Argentina es una actividad que la desarrollaron inmigrantes italianos, que para muchos armadores es toda su vida, toda su historia, que se acostumbraron a trabajar de una manera y hoy les cuesta mucho cambiar. La tarea de los que procesamos, exportamos y que sabemos lo que requiere el mercado es transmitirlo. En septiembre estaremos haciendo dos eventos, uno en Rawson y otro en Buenos Aires, a los que van a venir importadores de los Estados Unidos, Bélgica y Alemania que están interesados en ser parte del proceso de mejora en el langostino. Ellos van a venir a explicar a la comunidad la importancia que tiene la sustentabilidad del recurso en los mercados. Hay que trabajar para no agotar el recurso. La industria tiene que trabajar un poco más en los procesos, en la manera en que se pesca, cómo se trae a tierra, creo que el problema lo tenemos ahí.
RP: ¿Tenés reparos con el número de barcos que están operando hoy en la pesquería?
FA: Uff, no es fácil de responder, es un tema complejo. Cuando lees que hay 160 barcos pescando da un poco de escalofrío… creo que lo mejor es hacerle caso al INIDEP. Sería necesario hacer más campañas y fue una decisión extraordinaria la del sector empresario de financiar la campaña de este año y creo que si en noviembre el Estado no la hace deberemos repetirlo, porque sin campañas nos perjudicamos nosotros. Langostino hay, lo que probablemente suceda con tantos barcos es que la temporada se acorte y ahí vamos a entrar en una guerra fresquero-congelador, Mar del Plata-Patagonia, que no tiene sentido. El 70 por ciento del langostino que se está pescando en la Patagonia se está procesando en Chubut y está generando mucha mano de obra: estiba, fletes, plantas… Camarones se está transformando en una ciudad, se está generando riqueza.
RP: ¿Te preocupa la calidad de langostino que se está haciendo hoy?
FA: Sí, muchas veces a bordo no se trata bien al recurso, no se lo sulfita como se debe, los barcos son chicos y la pesca es muy abundante… por suerte esto sucede en invierno; si pasara en verano sería un desastre. A los que hacemos productos con valor agregado que va a góndola, la mala calidad nos termina afectando. Cuando empiezan a llegar al mercado productos en malas condiciones pero baratos, la demanda compara precios y termina por romper el mercado; nos ha pasado en los Estados Unidos, nos han dicho de un supermercado que el langostino argentino era una porquería porque habían recibido un producto malo. Una vez que metés producto malo en el mercado, te comparan con eso y cuesta mucho remontarlo.
RP: ¿Entonces exigen calidad, pero después terminan eligiendo precio?
FA: El mercado es superhipócrita, quieren el mejor pescado al precio más bajo y no se puede hacer porque un producto de calidad tiene otros costos. Alpesca, lamentablemente, apuntó a la calidad y terminó mal.
RP: Alpesca tuvo problemas de costos y laborales, ¿estos son los mismos problemas con los que se encuentran ustedes para expandir la producción?
FA: Sí, hoy el langostino está saliendo con cada vez menos valor agregado, con menos proceso, cuanto menos lo toques mejor porque en cuanto le pusiste una mano encima le agregás un costo difícil de soportar. El costo de los trabajadores de planta, de la estiba, del flete… Las cajas de cartón que compro en Capital Federal, las mando en camión a Puerto Deseado y me sale casi lo mismo que un flete a China. Por otra parte, heredamos de la época en la que el langostino valía 15 dólares, convenios que son insostenibles, con costos altísimos; en ese momento todo era una fiesta pero después los volúmenes comenzaron a aumentar, los mercados se saturaron, no se abrieron nuevos y la rentabilidad comenzó a caer. En esta situación menos mal que apareció China, porque si no ya no la contábamos. Yo no quiero que la gente gane mal, pero tenemos costos muy altos y solo se puede solucionar tecnificando, acomodando el tipo de cambio y ayudando al productor que hace valor agregado, porque hoy el negocio es hacer bloques para que los procesen en plantas de Perú. En Perú buscan evitar las renuncias y nosotros buscamos acuerdos para reducir personal.
RP: ¿Cuál es la diferencia de costos entre procesar en Perú y procesar el langostino en la Argentina?
FA: Hoy hay tres o cuatro empresas en Perú, otras tantas en Guatemala y en Honduras. Lo único que cambia es la mano de obra, en Perú un operario gana entre 300 y 400 dólares; el costo empresa es de 550 o 600 dólares; acá cada obrero en promedio al empresario le cuesta 2.500 dólares. Como empresario tenés dos opciones, tomar 40 operarios, procesar 2.000 cajones de langostino, congelarlos en bloque y exportarlos con buena rentabilidad o tomar 150 personas, estoquear producto durante 6 meses, quedarte con una rentabilidad chica y los problemas que implican 150 trabajadores que tienen entre un 20 y un 30 por ciento de ausentismo. ¿Quién toma ese riesgo? En Deseado tuvimos la oportunidad de comprar lo que era Pespasa para hacer nuestra planta de reprocesamiento para hacer pelado y devenado, hoy somos los únicos que reprocesamos en cantidad, el año pasado exportamos 1.500 toneladas de este producto.
RP: ¿Se podría producir más a otros costos?
FA: El langostino argentino se está haciendo tan conocido en el mundo que la demanda de producto elaborado es cada vez mayor. Este año, en la feria de Bruselas, era infinita la variedad de productos realizados con nuestro langostino; Europa que siempre pedía entero ahora pide productos elaborados. Nosotros pasamos de lo que era nuestra meta en 2013, de hacer un contenedor por mes, a dos contenedores por semana; y tenemos un plan de inversión pero dudamos en concretarlo porque nos da miedo lo que pueda pasar con el langostino y con el país. Acá el gran drama del empresario argentino es que no puede planificar a largo plazo.
RP: Cuándo hablás de ampliar ¿es con más gente o maquinaria?
FA: Tecnificándonos, en Deseado estamos ya bastante tecnificados por eso podemos hacer 1.500 toneladas de devenado y pelado. Hay que ir hacia la modernización, pero agregar tecnología no implica necesariamente reducir la mano de obra, en Deseado comenzamos con 50 personas y ahora tenemos 150. Es necesario trabajar con los gremios porque estamos en 2017 y seguimos con convenios de 1975, son viejos y debemos cambiarlos, pero los gremios no quieren saber nada. Lo que termina pasando es que se firman aumentos que no se pueden pagar y dejan de hacer producto para vender bloques que se procesan afuera. Yo quiero seguir haciendo producto terminado. También a modo de autocrítica creo que debemos trabajar más cercanos a los trabajadores, nunca vamos de la mano, sin trabajadores no hay empresa.
RP: ¿Ustedes están haciendo algo en ese sentido?
FA: Cuesta mucho en empresas familiares como la nuestra, que no tienen la experiencia ni los medios que tienen las grandes corporaciones, en las que no existe un departamento de recursos humanos. Las terceras generaciones de esta empresa estamos apuntando a eso, a profesionalizarnos, analizando nuevos modelos de empresa.
FUENTE: REVISTAPUERTO.COM.AR